Comentario
El paso de la Grecia clásica al mundo helenístico no se caracteriza por haberse producido una transformación revolucionaria de la capacidad productiva en el terreno de las manufacturas. Sólo cabe aludir a la especificidad de los modos de producción, integrados en el sistema dominante, el mismo de la explotación agraria, ya que el desarrollo de las cortes provocó un aumento de la demanda de objetos de lujo, que favoreció el auge de algunos talleres, generalmente vinculados asimismo a las cortes reales. Así, en la producción cerámica se generalizó la elaboración de vasos con relieves, a imitación de los metálicos, lo que servia para difundir entre las clases propietarias dentro de las ciudades los gustos refinados de la corte. Las terracotas y los vidrios se encuentran en el mismo terreno productivo.
Más incidencia en el mundo económico tuvo la producción metalúrgica, creadora, junto con la fabricación de objetos de lujo, de instrumentos agrarios y de vehículos para el transporte. Ello se encuentra relacionado con la producción minera, que experimentó un importante progreso, no tanto por el refinamiento de las técnicas extractivas, como por el acceso a nuevas fuentes de riqueza minera en territorios lejanos, de Nubia y del Ponto, favorecido por el desarrollo de los nuevos sistemas políticos capaces de asegurar el control territorial.
La actividad industrial más sobresaliente del mundo helenístico fue sin duda la relacionada con el urbanismo y la construcción. Los reyes y los ricos de las ciudades dedicaron un importante esfuerzo de inversión de sus rentas al fortalecimiento y al embellecimiento de las ciudades, a la construcción de puertos y faros que garantizaran la seguridad de los intercambios y de los viajes, de negocios y de placer, cada vez más frecuentes, así como a la edificación de lugares públicos y, sobre todo, de templos. Al aspecto utilitario se añade el aspecto ideológico, al promover la existencia de lugares de reunión, teatros, estadios, simbólicos de la unidad ciudadana apoyada habitualmente en la producción procedente de una chora cada vez más desligada de la polis. La nueva ciudad no simboliza, como la ciudad clásica, la unión de campo y urbe, sino, todo lo contrario, la exclusión del productor agrícola.
Muy próxima a este campo constructivo se hallaba la labor de los ingenieros militares, destinada fundamentalmente a fortalecer la ciudad y a desarrollar las técnicas de la poliorcética, pues la defensa y la victoria se han consolidado, dentro de este mundo, como parte de la vida económica, método de subsistencia y de control de poblaciones y recursos. La actividad militar de Demetrio Poliorcetes, sitiador de ciudades, tenía su paralelo científico en el desarrollo de la ingeniería y en el protagonismo de figuras como Ctesibio, Filón o Arquímedes, que aplicaban a la guerra el progreso del conocimiento científico, poco útil para aplicarse en cambio al mundo productivo, distanciado y sólo conocido de cerca por sectores de la población alejados del acceso a la ciencia.